El Bolillo Guache

El número uno de la Federación mostró la misma sensibilidad que se podría esperar de un chofer de volqueta. No hace falta ser una feminista bigotuda para saber que el meollo del problema de la violencia contra las mujeres es que ocurre en la esfera privada

Abrí este espacio para escribir sobre fútbol y política. No estaba escribiendo sobre nada. Afortunadamente, la aparatosa salida del Bolillo  me devolvió las esperanzas en la selección, me quito la pereza de escribir y ahora hasta veo a Bavaria como la gran defensora de los intereses del pueblo (especialmente el femenino).

La renuncia del Bolillo se puede ver desde varios ángulos. El más divertido, sin duda, es el anecdótico. Fue una cagada colombianísima. Como cualquier paisano, fue a un bar  a echarse unos guaros. Después de la primera media no se aguanta las ganas y sale a fumarse un cigarro. Minutos más tarde se arma un alboroto a la salida del bar cuando el bolillo le propina cuatro puños a una mujer. Colombianísima la reacción del hombre que le grita, “pégueme a mí, péguele a un hombre”. Mejor aún, la respuestas de las mujeres que intentaron tomar la justicia por sus manos y vengar la agresión. Pero lo más sabroso del cuento fue la versión del DT cuando se regó el chisme. Públicamente dijo que le había pegado a una mujer que había cuestionado (con toda razón) su trabajo como técnico. Reconoció sentir vergüenza con su esposa y su mamá. El desenlace de los acontecimientos no solo reveló al troglodita  que estaba al frente de nuestro equipo, sino al marido infiel.  Resultó que la víctima de los garrotazos estaba con él y que frecuentemente lo acompañaba al mismo bailadero. Por supuesto no era su mujer. Como buen colombiano solo le faltó decir en su comunicado, “que cagada tan hijueputa, la verdad es que se me borro el casé.”

Pero pasando a temas menos divertidos, peor que la agresión del Bolillo resulta la reacción de Luis Bedoya, Presidente de la Federación Colombiana de Fútbol. Casi que tapándose con la misma cobija dijo que esas eran cuestiones infortunadas de la vida privada del técnico y que no tenían relación alguna con su trabajo al frente de la selección. El número uno de la Federación mostró la misma sensibilidad que se podría esperar de un chofer de volqueta. No hace falta ser una feminista bigotuda para saber que el meollo del problema de la violencia contra las mujeres es que ocurre en la esfera privada. Por eso es que tantos hombres (y muchas menos mujeres) le pueden cascar olímpicamente a sus parejas sin recibir ninguna sanción. Qué la persona que ocupa uno de los cargos más visibles del país sea un agresor de mujeres, para Luis Bedoya es una simple cuestión de estilo: de estilo personal. A nivel deportivo, dice Bedoya, lo importante es la meta de clasificar a Brasil 2014.

Pero bueno, si la reacción del bigotudo Bedoya fue penosa la rápida reacción de varios sectores influyentes es alentora.  Los medios de comunicación corrieron a divulgar las noticias y revelar los pormenores del “bolillazo”, así como las tantas reacciones que generó. Entre ellas, las de  varias organizaciones de mujeres que salieron a demandar la renuncia inmediata del guache. Al mismo tiempo,  la bancada femenina del Congreso repudió el acto y exigió sanciones. Aunque tímidamente, el Programa Presidencial para la mujer sugirió aprovechar el mal ejemplo del Bolillo para fortalecer las campañas en contra de la violencia de género. Pero como siempre, el del billete es quien manda. Solo la amenaza de Bavaria de retirar el patrocinio a la selección si el Bolillo continuaba al frente sensibilizó al Presidente de la Federación en asuntos de género.  Ya con platica de por medio, Bedoya se dio cuenta que tal vez el comportamiento del Bolillo no era tan privado como inicialmente pensó.

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